jueves, abril 15, 2010

Un rejón para los bueyes

me encanta esta foto, es el probadero d Abadiño, la catedral d las idi probak... desprende magia...


Ganaderos advierten de que unos nuevos análisis sanitarios amenazan las pruebas de arrastre
No es una vida sencilla la del criador de bueyes para las pruebas de arrastre de piedra. Mantener cada animal cuesta alrededor de 3.000 euros al año y además obliga a un tremendo sacrificio personal. «Aquí no hay vacaciones. Tienes que cuidar al ganado todos los días», confirma en Berriatua Carmelo Bikandi antes del entrenamiento diario de quince kilómetros por el monte. ¿Ganar dinero? «Ni mucho menos. Todo lo que recibía por premios lo metía en una cuenta corriente con la que sufragaba los gastos. No había año en que no tuviera que inyectar dinero», explica Sabino Latorre, antiguo propietario de animales y organizador hoy de pruebas.Al sacrificio personal se une en el último año el de los animales. El Departamento de Agricultura de la Diputación de Vizcaya ha decidido en los últimos tiempos reforzar la campaña sanitaria para detectar la incidencia de la tubercolisis en los bueyes. La tuberculosis bovina es una enfermedad infecciosa, «prácticamente erradicada», que está incluida en las campañas sanitarias desde los años ochenta por medio de la prueba diagnóstica de la tuberculina. Desde agosto de 2009 se practica una segunda prueba de diagnóstico en sangre, denominada gamma-interferon, el conocido como 'tubo-verde' en el lenguaje de los afectados.Aquí surge el problema. Bueyes que superaban los análisis anteriores caen en los nuevos. Según los datos recogidos de la Diputación, a finales de enero se habían analizado 356 bueyes correspondientes a 112 explotaciones. 43 cabezas, pertenecientes a 27 ganaderías, habían dado positivo. Las explotaciones con animales que no superaran los tests pierden la calificación oficial de 'indemnes de tuberculosis', por lo que no pueden asistir a las pruebas de bueyes hasta recuperar dicha calificación, lo que exige dos controles negativos a toda la explotación. Esto significa además el sacrificio del animal afectado en el plazo de un mes, un día y una hora.Las consecuencias ya se dejan notar. Las pruebas de arrastre se quedan sin animales. La participación en cuatro de las más importantes hablan bien a las claras del complicado porvenir de este deporte tan enraizado en el mundo rural vasco. En Itziar (Deba), este año han competido 12 parejas frente a las 30 del pasado año. En Berriz se ha pasado de 23 a 6; en Abadiño de 39 a 15 y en Etxebarria de 22 a 7. «Esto supone un rejón para nuestro deporte», declaran a una voz los afectados.En el anonimato Ibon Solaguren, de Amorebieta, es uno de ellos. «Me quedan cuatro bueyes. Me han sacrificado tres. Los dos primeros en junio, por lo que llevo desde ese momento sin competir». Los afectados han creado una asociación que pretende luchar contra los análisis de la Diputación y han puesto el caso en manos del abogado especialista en asuntos deportivos Juan Carlos Soto. «Desde el punto de vista legal, se puede apelar a cuestiones formales contra los análisis, como los plazos para detener un sacrificio, pero eso no impide que suceda un mes después. Lo que queremos es ir más allá y encontrar una solución, que nos propongan un análisis eficaz y eficiente», mantiene.Soto apela a la incidencia que esta situación tiene sobre el tradicional deporte vasco. «Las pruebas de bueyes pueden desaparecer a no ser que haya voluntad política», advierte el letrado. El remo y la pelota, otras dos disciplinas enraizadas en la cultura del país, han encontrado el modo de revitalizarse. Las pruebas de bueyes, sin embargo, se mantienen casi en el anonimato. «Esto puede ser la puntilla», añade.Los afectados lamentan que el flanco débil de esta situación sean los jóvenes. «En los últimos años habían llegado a este mundo chavales con ganas de poner en pie nuevas ganaderías, pero la posibilidad de que les sacrifiquen los animales les espanta porque se pueden encontrar con que pierden un montón de dinero», mantiene Solaguren

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